Imagina una noche en Capri: el atardecer tiñe cada rincón y el aire lleva susurros de cítricos y mar. Luego, un crepúsculo rosado desciende con delicadeza, inaugurando un nuevo capítulo, hecho de dulzura, asombro y un encanto silencioso.
En L’Olivo, el único restaurante de Capri con dos estrellas Michelin, Pierre Hermé, conocido como "el Picasso de la pastelería", lleva su toque poético a la isla de los artistas y pensadores, creando postres que son pequeñas y delicadas celebraciones de la convivialidad y la alegría.
Famoso por sus macarons escultóricos y creaciones icónicas como el Ispahan, Hermé infunde su inquebrantable búsqueda del equilibrio y la maestría en la propuesta de L’Olivo, inspirándose en la frescura vibrante y la esencia alegre de los postres italianos.
El lenguaje culinario de L’Olivo es al mismo tiempo enraizado y refinado, una exploración de la memoria mediterránea traducida en una elegancia contemporánea.
Bajo la dirección del Chef Ejecutivo Salvatore Elefante y del Chef Residente Vincenzo Tedeschi, cada plato es fruto de una composición cuidadosa y de un profundo vínculo con la tradición culinaria de Campania.
Esta sensibilidad crea un diálogo natural con la pastelería de Hermé: una alquimia evocadora entre la precisa sensualidad de la alta pastelería parisina y el espíritu radiante de la cocina mediterránea.
"Capri es una fuente de inspiración a cielo abierto", declara Hermé.
"La luz, los aromas, los colores… todo ayuda a crear. Como suelo decir, la inspiración está en todas partes. Me encanta colaborar con mundos que comparten la misma visión de excelencia, belleza y sabor. La pastelería, como la cocina, es un punto de encuentro: un diálogo entre ingredientes, ideas y personas".
Cada plato que llega a la mesa es una promesa cumplida, que culmina en una cuidada selección de postres de Hermé, empezando por un homenaje a un clásico: una panna cotta realzada por el calor de la vainilla, el brillo fresco de un granizado de flores de albahaca, pulpa jugosa de naranja y gajos de naranja semi-confitada.
El menú evoluciona luego hacia un juego de imitaciones, desdibujando las fronteras entre fruta y postre: una "tostada" de sandía, decorada con frambuesas trituradas, gajos de limón y naranja, caramelos de violeta, aceite de oliva verde afrutado, frutos rojos frescos, yogur griego y un sorbete de vinagre balsámico extra viejo.
Le sigue la "Fresa", una reinterpretación lúdica de un clásico italiano: espaguetis al jugo de fresa, estratificados con crema de mascarpone, emulsión de fresa, fresas frescas y un toque de vinagre balsámico.
El viaje vuelve luego a una tradición reconfortante, pero con un toque mediterráneo: un soufflé caliente de chocolate, refrescado con un confitado de limón y jengibre, acompañado de un helado cremoso de jengibre.
El giro final de Hermé es un profiterol crujiente, cubierto con salsa fría de chocolate, praliné, crema aterciopelada y parfait helado de pistacho, coronado con nata montada elaborada con chocolate Xibun puro del Belice y una delicada nougatine de cacao.
Este viaje sensorial encarna la visión de años del Jumeirah Capri Palace: crear un santuario culinario y cultural donde la gastronomía exquisita sea una puerta de entrada a historias e ideas.
La colaboración entre L’Olivo y Pierre Hermé es una de las manifestaciones más brillantes de esta visión: una fusión de dos mundos, unidos por una pasión compartida por la belleza, el sabor y la narración.
Una mirada a una filosofía más amplia de la alta cocina, donde cada plato es una chispa, una fuente de inspiración, un diálogo posible entre la memoria y la imaginación.